domingo, 24 de noviembre de 2013

Los niños y niñas alienados.


Los niños y las niñas que quedan en medio de una disputa por la patria potestad o por la tutoría legal de los hijos, no solo sufren esas discusiones si no la influencia  enérgica y destructiva de sus padres o madres intentando que estos se decidan por uno de los dos y apelan a llenar de mentiras con la finalidad de ganarle al otro, pasando por alto los derechos inalienables de sus propios y amados hijos. Suena retorcido y enfermizo pero es más común de lo que se admite. 
Tomar en cuenta únicamente las expresiones viciadas de un menor que sufre alienación parental es NO tomar en consideración la voluntad genuina del mismo.

En un esclarecedor estudio, la Dra. María del Carmen Díaz Sierra, Ministra del Tribunal de Apelaciones de Familia de Primer Turno (Montevideo, Uruguay) publicado en la Revista de Derecho de Familia, Nº21, titulado «Responsabilidad en el Derecho de Familia», la autora dice:

«A diario se ve en nuestros tribunales que la negativa al trato con el progenitor no conviviente parte del mismo niño o adolescente, aunque éste no logre dar una razón válida para tal actitud. Esta negativa, según psiquiatras, psicólogos y asistentes sociales es consecuencia de lo que se denomina ‘Síndrome de alienación parental’, causado por el progenitor conviviente. Dicho síndrome produce reacciones psicofísicas en el niño y es por ello que los tribunales, teniendo en cuenta la autonomía progresiva de la voluntad de ese niño o adolescente y desconociendo este síndrome al que se le ha denominado enfermedad jurídica, suspende o cesa el régimen establecido» (p.117). 

Llegó la hora de informar y formar a los jueces para que NO confundan apariencia y realidad ni tomen como auténtica voluntad aquella que es expresada como resultado de inducciones, presiones, manipulaciones, amenazas, sugestiones, etc. 

Se debe detectar todas aquellas situaciones en las que un menor se limita a "RECITAR" el discurso adulto que se le instaló. Es el fenómeno del ventrílocuo en el cual podemos descubrir o reconocer que un muñeco o un títere simplemente es un vehículo de expresión del propio ventrílocuo.

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